Hecho es mejor que Perfecto
Cuando tenemos análisis-parálisis.
Le eché un vistazo a mi lista de pendientes sinfín.
Mientras las fechas de entrega me respiraban en la nuca, busqué entre mi enorme banco de ideas y nada me parecía lo suficientemente bueno. Con la agenda llena, a días de abrir un negocio, mi hija recuperándose de una fiebre, y un encargo de ilustración que llevo arrastrando ya mucho tiempo respirándome en la nuca… Comenzaba a paralizarme y a dejar que el estrés tomara las riendas. ¿De cuántas formas diferentes puedo dibujar una misma cosa? ¿Por qué no tengo un estilo súper definido y consistente que me ahorre esta confusión entre la infinidad de posibilidades?
Estaba en ese punto en el que debes decidir si rendirte o simplemente callar la mente y actuar. Así que decidí enfocarme en hacer sin sobreanalizar las cosas y ponerme a trabajar en esta serie de aves ilustradas, sin preocuparme por el resultado. Dejando que todo fluyera, y me saliera como me diera la gana en ese momento.
Qué importantes son los tiempos difíciles para crecer y para apreciar cuando tus esfuerzos den frutos. Es bueno reconocer que estás pasando por un momento duro, y tener la confianza de que saldrás de esta. Y no hay nada que me dé más ánimos e ilusión que ir vaciando mi lista de pendientes. Aunque tengo por seguro que llegarán nuevas tareas a instalarse en el calendario. Por eso lo importante de hacer. Queremos despachar esas tareas, porque no están pagando renta, pero están ocupando un espacio muy grande en nuestra mente. Y lo más seguro es que pases más tiempo lamentando el hecho de que debes hacerlo, que el tiempo que te toma terminar la acción. ¡Acción! Una palabra que he tenido que resaltar en mi vocabulario. En un dictado donde la acompañan otras palabras como reflexión, paz y anhelo, que a simple vista no tienen nada en común… pero si observamos un poco más cerca, te darás cuenta que necesitamos acciones que nos brinden paz, acciones que nos den resultados sobre los cuales reflexionar, acciones que nos acerquen hacia aquello que anhelamos. Porque es muy fácil quedarse en el estado de análisis, que te lleva a la confusión, saturación y eventualmente parálisis. Y es ahí donde las tareas se acumulan como una bola de nieve, y algo que a lo mejor no era tan difícil hacer, se expandió para ocupar un espacio gigante en tu mente que no merecía.
Les contaba que este año quiero menos preguntas y más acción, pero eso es algo más fácil decirlo que hacerlo. Porque a mí es eso lo que más seguido me cuesta: la parte de hacer. No me malentiendan, no paro de hacer cosas todo el día. Pero de pronto hay tareas tan importantes que son las más difíciles de atacar. ¿Por qué me cuesta? Si amo lo que hago… ¡si soy afortunada de dedicarme a hacer arte! Porque cuando algo se convierte en un trabajo, automáticamente se vuelve menos disfrutable. Viene con fechas de entrega, expectativas, necesidad de resultados… presión. Pero en el momento en el que olvidas la presión que muchas veces engrandecemos nosotros mismos, el momento en el que te enamoras de nuevo del proceso y no te obsesionas con en el resultado, es cuando puedes volver a hacer. A hacer una y otra vez. Mientras más haces, más fácil es hacer.
Constantemente me siento atrapada en un círculo donde quiero terminar todos mis deberes para después de eso, por fin ser feliz y tener tiempo de disfrutar. Pero la realidad es que no podemos escapar de los deberes. Siempre hay cosas que tenemos que hacer, trabajo que entregar, papeles que llenar, ropa que lavar y comida que hacer. Entonces solamente hay dos opciones. Hacer que las tareas sean disfrutables en lugar de verlas como obligación, y todas las demás cosas, porque hay cosas de las que no hay escapatoria, hacerlas lo más rápido que podamos para tener tiempo para lo que en verdad amamos y valoramos.
Ese día le di prioridad a lo que en verdad necesitaba. Tiempo con mi familia, apreciar el lugar donde vivo y recargarme de energía y gratitud para poder terminar el trabajo pendiente. Porque si dejamos que los deberes dicten nuestra vida... pues no es vida.
Por eso hecho es mejor que perfecto y siempre lo será. Porque la perfección le resta diversión a las cosas. Crear, explorar, hacer. Eso es divertido.